miércoles, 11 de febrero de 2015

Hasta el ∞ y + allá 2: Carlos Moya


Suena el despertador a las seis de la madrugada, cualquier persona lo apagaría y descansaría “cinco minutos más”. Pero tú no puedes. Así es el audiovisual. Estas al cargo de un grupo de más de veinte personas: tienes actores (incapaces de llegar a la hora por naturaleza), técnicos de sonido e imagen (que necesitan más incentivos de los que parecería para salir de la cama) y un productor que va a llamarte en menos de diez minutos para comprobar si estás despierto y todo está en marcha. Así es. Olvídate de horarios prefijados, de una oficina o de ver las mismas caras día tras días. Esto no es así. Puede que sea así en la televisión, pero esto es cine y vas a vivir los días de mayor estrés de toda tu vida. ¿Recompensa? No.

    No, al menos, en el sentido estricto de la palabra. Olvídate de sueldos millonarios y de mansiones en la sierra, esto no es Hollywood. Nadie va a pagarte por tu trabajo y, en muchos casos, vas a ser tú el que pague a la gente para que trabaje para ti. Pero da igual. Cuando veas a los actores gritar tu guion a pleno pulmón y veas a los cámaras emocionarse por las escenas que has escrito, todo habrá valido la pena. Si eliges hacer cine, estás eligiendo dejar un trozo de ti plasmado en una pantalla para que cualquiera pueda verlo. Y esa es la mejor recompensa.

    Deja atrás el ego, pues te lo machacarán cientos de veces, y abraza la humildad. Debes conocer tus medios, tus capacidades y a la gente que te rodea. A veces menos es más. Olvídate de naves espaciales y de grandes superproducciones, todo eso llegará con el tiempo, pero para empezar vas a tener que buscar historias pequeñas, íntimas, que puedas contar en apenas unos minutos. Haz cortos, conoce el entorno, empieza a moverte y, para todo ello, no hace falta que esperes a tener una carrera. Puedes empezar ahora mismo. Hoy en día cualquiera puede contar una historia. ¿Cuántos de vosotros tenéis un Iphone? Porque, hacedme caso, para empezar no necesitáis nada más. Coged el móvil, leed un par de reglas sobre planos en internet, coged a un par de amigos y grabad. Lo que hagáis, sin ánimo de ofender, será basura, pero aprenderéis y la segunda vez que lo hagáis saldrá mejor y la tercera aún mejor.

Con el tiempo llegaréis a ese momento convulso y absurdo en el que el mundo te dice.
 —Ya estás aquí y ahora dime ¿Qué quieres ser de mayor?

   Y vosotros, los que os interese vivir esta vida, decidiréis entrar en la carrera de audiovisuales buscando hacer aquello que os ha apasionado desde jóvenes. Pasaréis cuatro años maravillosos rodeados de nuevas amistades, bebiendo cervezas en el bar y jugando a las cartas. Luego saldréis de allí con una titulación que no significa nada y con la cabeza llena de ideas.
   Y por desgracia no habrá un trabajo o una empresa esperándoos con las puertas abiertas. Ojalá fuera así, de verdad, pero no lo es. A partir de ese momento es cuando uno demuestra lo que vale. Pues para que una productora o un cazador de talentos se fije en ti sólo hay un camino. El camino del esfuerzo, del trabajo duro y de los madrugones a las seis de la mañana.

            Haréis cortometrajes, webseries o largometrajes de bajo presupuesto, y los mandaréis a concursos tanto dentro de España como en el extranjero y, de pronto, empezaréis a ganar pequeños concursos comarcales, luego algunos nacionales y, al final, internacionales. Y alguien, normalmente vestido de traje y con sombrero de cowboy, se fijará en vosotros y ya habréis conseguido meter un pie en el mundo del cine. A partir de ahí no hay más camino que el de moverse entre las grandes productoras, presentar tus guiones y tus proyectos y devolver todos esos favores que te hizo la gente trabajando gratis cuando empezabas a rodar tus primeros cortos. Rodéate de personas buenas y profesionales en las que puedas confiar y sigue adelante con la fuerza de una tempestad. Nadie va a regalarte nada en el mundo del audiovisual, todo vas a tener que conseguirlo por tus propias manos. Pero no hay sensación más placentera que la de dar con un canto en los dientes a todos aquellos que pensaron que “No podrías” o que lo que amabas no era más que “Un sueño infantil”.

Vivir del arte es así. Una lucha constante contra todos y contra ti mismo, pero no dejéis que nadie decida vuestro camino pues vuestros pasos son sólo vuestros y, en lo que hagáis ahora, estará la felicidad que obtengáis en el futuro. Cualquiera, repito, CUALQUIERA, puede ser Christopher Nolan, Stephen King o Tarantino. Sólo hace falta trabajo duro y devoción por lo que hacéis.



En resumen, el cine no es un camino fácil. Pero nada que valga la pena en esta vida lo es. Y recordad, lo que separa a una persona con talento de un genio es un montón de trabajo duro.

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