YO
ESTUVE ALLÍ
Josefa Part Martín
Josefa Part Martín
RELATO
DEL NACIMIENTO DE JESÚS
Era muy pronto, casi de madrugada. El llanto de un niño, un bebé, llamó mi atención, más todavía porque pasaba por un descampado, ya en las afueras del pueblo, y no había vivienda alguna.
A lo lejos unos pastores cuidaban sus
rebaños y se oía, en la lejanía, algún que otro balido y el tintinear de las
esquilas.
Pero el llanto seguía en la noche.
Entorné los ojos para ver en la oscuridad y la luz tenue de una lámpara de
aceite llamó mi atención: el llanto salía de aquel establo.
Me acerqué despacio, casi de
puntillas, la curiosidad pudo más que el miedo. Entré en aquella cueva-establo
y mis ojos se abrieron como platos por
la sorpresa, la escena era de una ternura y belleza sobrecogedora: Una pareja
joven contemplaba a un bebé, gordito y sonrosado en brazos de su madre. Me
llamó la atención la calidez de la escena, la felicidad por aquella vida,
recién estrenada, que allí se respiraba. Y me conmovió la mirada de complejidad
con que aquella pareja se miraba. Era como afirmar: se ha cumplido.
Me aproximé más y contemplé a la
madre. No tendría más de 16 años, pero la rodeaba como un halo, la madurez, la
serenidad, la ternura, la confianza, el amor, la esperanza…Viéndola una tenía
la certeza de que la madre lo esperaba todo de aquel HIJO.
Me fijé en el lugar, ¡no había nada!
La madre recostada sobre un lecho de paja limpia, manteniendo todavía entre sus
brazos al niño, envuelto en pañales, que amamantaba. Eran extranjeros, se les
notaba, debían venir de lejos, seguramente a cumplir con el edicto de Roma,
pero la madre había sido previsora, se llevó consigo los pañales que con tanto
amor había preparado. Yo quise ver hasta la mano de su abuela.
No hablaban, sobrecogía el silencio de
aquel lugar cuando cesó el llanto del niño. Es verdad que no intercambiaban
palabras pero la comunicación entre ellos era palpable.
Hubo un momento en que el rostro de la
madre se ensombreció, estrechó con fuerza al niño como queriéndolo librar de
algún mal. En ese momento el varón puso su mano sobre el hombro de su esposa,
le dio un beso en la frente y la confortó: “saldremos adelante”.
Observé al niño, cuando lo vi, me
vinieron a la memoria las palabras del profeta:
“Un Niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado, lleva en hombros la soberanía, su nombre es Príncipe de
la paz.”¡Aquel bebé de apenas 50 cm y 3 Kg de peso! Pero no os he dicho como
era el niño:
Muy morenito, con mucho pelo, pero
corto, carita redondita, ojos grandes y rasgados. Los abrió un momento y eran
negros, muy vivos y brillantes, sus labios rojos en una boca no demasiado
pequeña, pero preciosa, daba la impresión que de ella sólo podían salir buenas
noticias. ¡No me extraña que los padres miraran a aquel niño embelesados!
Me llamaron la atención unas flores
cogidas en el campo como único “ajuar” del recinto. No cabía duda que el esposo
había tenido ese detalle con su esposa, eran como querer aliviar las horas de
espera y de parto. Aquel esposo, que sólo tenía ojos para contemplar a su
esposa y al niño, los dos dormitaban, cogió unas violetas del ramo y se las
puso en el cabello a su esposa, la besó con gran ternura y cuidado y se apartó
un poco a velar sus sueños.
No quise romper aquel misterio y salí
despacio convencida que un gran acontecimiento había acaecido en Belén aquella
noche.
YA
EN CASA
Llegué a casa más tarde que de
costumbre por lo que os he contado, pero no pude olvidar lo que vi en el
establo.
Surgieron muchas preguntas y no todas
encontraron respuesta.
¿Por qué aquella joven había dado a
luz en un establo? No tenían en Belén familia? ¿No tuvieron sitio en la posada? ¿Tan pobres eran? Y ¿quiénes eran?
Paré de hacerme preguntas y fui
intentando descubrir y penetrar en los sentimientos que albergaría su corazón.
El nacimiento de un hijo, por la
juventud de la madre, sería el primero, se celebra en nuestras familias con una
gran fiesta. Nuestros hijos son deseados viendo en ello la voluntad del
creador, Yave el Grande. ¿Qué pasaría por el corazón del padre? Había llevado a
su mujer hasta Belén en estado muy avanzado de gestación, confiando en
encontrar hospedaje. Llevaban consigo los ahorros, pero por lo visto no fue
suficiente. ¡Le había dicho tantas veces a su esposa la alegría que le
proporcionaba este embarazo! Que estuviera tranquila, que la cuidaría y
protegería siempre, y ahora se encontraba con aquella pobreza extrema: el niño
había nacido en precariedad y eso le dolía mucho. A veces le costaba mantener
la mirada de María, se sentía un poco culpable.
Luego pensé en la madre ¿quién sería?
La nobleza de sus rasgos y su porte manifestaban una educación exquisita,
envuelta en sencillez.
¿Qué pasaría por su corazón? Dolor,
mucho dolor, pero también confianza, porque Dios no abandona a los que ama, y
ellos se sentían amados por Yave. A la madre no le asustaba la pobreza, pues se
había suplido con cuidados amorosos de ella y su esposo. Se oscurecía más la
alegría de su mirada cuando pensaba qué sería de aquel niño, cuál sería su
futuro cuando Dios había permitido aquel nacimiento en el último rincón del
mundo.
Daba la impresión que la madre
guardaba todo esto en su corazón.
Me sobresaltaron unos gritos en la
calle.
Los pastores volvían de la vela
nocturna de sus rebaños, gozosos y alegres, gritando y cantando que el Mesías
de Dios había nacido. Que un niño se nos había dado, que los ángeles les
anunciaron aquella buena nueva, que encontraron al niño con María su madre,
envuelto en pañales y recostado en un pesebre.
Salí a la calle a participar de
aquella alegría, no necesitaba saber más.
YO LOS HABÍA VISTO.
YO LOS HABÍA VISTO.
Josefa Part
Martín
Parque-Colegio Santa Ana
Navidad
2015