¿Hasta dónde podemos conocer?
A lo largo de los años se ha intentado
construir una máquina que sea capaz de actuar como un ser humano.
Moverse, hablar e incluso interactuar con
nosotros como uno más.
Pero no es cuestión de dotar a una máquina
con nuestra apariencia, ya que las personas sentimos y tenemos una conciencia
que, en mi opinion, no podemos inserter en unos cables de colores.
Por esta razón pienso que estamos formados
por una parte material, el cerebro, y otra que no lo es, nuestra mente.
El cerebro funciona gracias a circuitos
neuronales y tiene unas características específicas. Sin embargo, nuestro
comportamiento o nuestro estado mental no se puede medir con unos limitados
parámetros.
Lloramos, amamos, odiamos, sentimos dolor o
alegría. Éstas son características que definen a los seres humanos y, quiero
pensar, que también a los animals.
Tenemos conciencia de nuestras acciones en
general, de nuestra vida e incluso de nuestra muerte.
¿Seríamos capaces de hacer que una máquina
fuse capaz de saber lo que es? No lo creo, si ni siquiera nosotros podemos
responder a ciertas preguntas.
Cuando pensamos en el cerebro, todos
sabemos perfectamente a qué nos referimos y dónde se encuentra. Ese órgano de
la cabeza.
Pero, ¿y el alma? Eso, ¿dónde está?
“En el corazón”, es la respuesta de mucha
gente. Pero no podemos demostrar nada.
Si nosotros no podemos, ¿cómo lo va a hacer
una máquina?
Belén Ventura
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El alma en el cerebro
El alma, la
que no podemos ver, ni sentir. Conocida como un principio constitutivo de cada
ser vivo, una esencia interna, con una identidad inexplicable. Un concepto
básicamente religioso y filosófico. Una incógnita para muchas personas, o un
simple tabú.
El cerebro,
ese almacén repleto de conocimientos, vivencias, memorias, preguntas,
respuestas, opiniones, capacidades, inteligencia, nuestro motor del
pensamiento. El que provoca nuestros problemas pero cuenta con la virtud de poder
hallar la solución a ellos, el que hace que nos equivoquemos y a la vez nos
hace rectificar. Nuestra parte del cuerpo más compleja.
Veintiún
siglos han hecho que cambiemos nuestra manera de ver y/o entender si el alma
reside en el cerebro o son términos que han de diferenciarse y distinguirse.
Desde mi
punto de vista, alma y cerebro están unidos, al igual que pensaba Thomas
Willis. Considero que ambos desarrollan un papel importante en nuestro día a
día. Por tanto, corazón (alma) y cerebro, están cogidos de la mano.
En primer
lugar, el corazón, aquel que comienza a latir a la quinta semana de embarazo de
nuestra madre y deja de hacerlo el día de nuestra muerte. Late por nosotros
segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, lustros, décadas y décadas
hasta el último día de nuestra vida. Conocido como “el motor de la vida”.
El mismo que
se acelera cuando esperamos un regalo, cuando estamos enamorados, cuando
tenemos miedo, cuando estamos nerviosos…
Nuestra parte
más subjetiva, por el que cometemos errores debido a impulsos y somos capaces
de repetir una y otra vez. El que no podemos manejar en muchas ocasiones.
Nuestro
cerebro, nuestra mente; sin la que no podríamos comprender, razonar, pensar,
trabajar, estudiar…Son infinitas las funciones de nuestro cerebro. ¿Cuántas
órdenes nos dará al día?
Por ello, por
todo lo que los dos hacen en nuestro cuerpo sin que nos demos cuenta, creo
firmemente que ambos son esenciales para nosotros.
Ambos son
nuestro reflejo como humanos. Con ellos contamos con una psicología, con una
forma de vida, con una forma de actuar, de entender, de ser, de uno mismo […]
Mónica Martínez