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martes, 22 de diciembre de 2015

Nos llega una felicitación muy especial

ASÍ SUCEDIÓ,
YO ESTUVE ALLÍ

Josefa Part Martín
       


RELATO DEL NACIMIENTO DE JESÚS
                      
Era muy pronto, casi de madrugada. El llanto de un niño, un bebé, llamó mi atención, más todavía porque pasaba por un descampado, ya en las afueras del pueblo, y no había vivienda alguna.
A lo lejos unos pastores cuidaban sus rebaños y se oía, en la lejanía, algún que otro balido y el tintinear de las esquilas.
Pero el llanto seguía en la noche. Entorné los ojos para ver en la oscuridad y la luz tenue de una lámpara de aceite llamó mi atención: el llanto salía de aquel establo.
Me acerqué despacio, casi de puntillas, la curiosidad pudo más que el miedo. Entré en aquella cueva-establo y  mis ojos se abrieron como platos por la sorpresa, la escena era de una ternura y belleza sobrecogedora: Una pareja joven contemplaba a un bebé, gordito y sonrosado en brazos de su madre. Me llamó la atención la calidez de la escena, la felicidad por aquella vida, recién estrenada, que allí se respiraba. Y me conmovió la mirada de complejidad con que aquella pareja se miraba. Era como afirmar: se ha cumplido.
Me aproximé más y contemplé a la madre. No tendría más de 16 años, pero la rodeaba como un halo, la madurez, la serenidad, la ternura, la confianza, el amor, la esperanza…Viéndola una tenía la certeza de que la madre lo esperaba todo de aquel HIJO.
Me fijé en el lugar, ¡no había nada! La madre recostada sobre un lecho de paja limpia, manteniendo todavía entre sus brazos al niño, envuelto en pañales, que amamantaba. Eran extranjeros, se les notaba, debían venir de lejos, seguramente a cumplir con el edicto de Roma, pero la madre había sido previsora, se llevó consigo los pañales que con tanto amor había preparado. Yo quise ver hasta la mano de su abuela.
No hablaban, sobrecogía el silencio de aquel lugar cuando cesó el llanto del niño. Es verdad que no intercambiaban palabras pero la comunicación entre ellos era palpable.
Hubo un momento en que el rostro de la madre se ensombreció, estrechó con fuerza al niño como queriéndolo librar de algún mal. En ese momento el varón puso su mano sobre el hombro de su esposa, le dio un beso en la frente y la confortó: “saldremos adelante”.
Observé al niño, cuando lo vi, me vinieron a la memoria las palabras del profeta:
Un Niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, lleva en hombros la soberanía, su nombre es Príncipe de la paz.”¡Aquel bebé de apenas 50 cm y 3 Kg de peso! Pero no os he dicho como era el niño:
Muy morenito, con mucho pelo, pero corto, carita redondita, ojos grandes y rasgados. Los abrió un momento y eran negros, muy vivos y brillantes, sus labios rojos en una boca no demasiado pequeña, pero preciosa, daba la impresión que de ella sólo podían salir buenas noticias. ¡No me extraña que los padres miraran a aquel niño embelesados!
Me llamaron la atención unas flores cogidas en el campo como único “ajuar” del recinto. No cabía duda que el esposo había tenido ese detalle con su esposa, eran como querer aliviar las horas de espera y de parto. Aquel esposo, que sólo tenía ojos para contemplar a su esposa y al niño, los dos dormitaban, cogió unas violetas del ramo y se las puso en el cabello a su esposa, la besó con gran ternura y cuidado y se apartó un poco a velar sus sueños.
No quise romper aquel misterio y salí despacio convencida que un gran acontecimiento había acaecido en Belén aquella noche.

YA EN CASA
Llegué a casa más tarde que de costumbre por lo que os he contado, pero no pude olvidar lo que vi en el establo.
Surgieron muchas preguntas y no todas encontraron respuesta.
¿Por qué aquella joven había dado a luz en un establo? No tenían en Belén familia? ¿No tuvieron sitio en la posada? ¿Tan pobres eran? Y ¿quiénes eran?
Paré de hacerme preguntas y fui intentando descubrir y penetrar en los sentimientos que albergaría su corazón.
El nacimiento de un hijo, por la juventud de la madre, sería el primero, se celebra en nuestras familias con una gran fiesta. Nuestros hijos son deseados viendo en ello la voluntad del creador, Yave el Grande. ¿Qué pasaría por el corazón del padre? Había llevado a su mujer hasta Belén en estado muy avanzado de gestación, confiando en encontrar hospedaje. Llevaban consigo los ahorros, pero por lo visto no fue suficiente. ¡Le había dicho tantas veces a su esposa la alegría que le proporcionaba este embarazo! Que estuviera tranquila, que la cuidaría y protegería siempre, y ahora se encontraba con aquella pobreza extrema: el niño había nacido en precariedad y eso le dolía mucho. A veces le costaba mantener la mirada de María, se sentía un poco culpable.
Luego pensé en la madre ¿quién sería? La nobleza de sus rasgos y su porte manifestaban una educación exquisita, envuelta en sencillez.
¿Qué pasaría por su corazón? Dolor, mucho dolor, pero también confianza, porque Dios no abandona a los que ama, y ellos se sentían amados por Yave. A la madre no le asustaba la pobreza, pues se había suplido con cuidados amorosos de ella y su esposo. Se oscurecía más la alegría de su mirada cuando pensaba qué sería de aquel niño, cuál sería su futuro cuando Dios había permitido aquel nacimiento en el último rincón del mundo.
Daba la impresión que la madre guardaba todo esto en su corazón.
Me sobresaltaron unos gritos en la calle.
Los pastores volvían de la vela nocturna de sus rebaños, gozosos y alegres, gritando y cantando que el Mesías de Dios había nacido. Que un niño se nos había dado, que los ángeles les anunciaron aquella buena nueva, que encontraron al niño con María su madre, envuelto en pañales y recostado en un pesebre.
Salí a la calle a participar de aquella alegría, no necesitaba saber más. 

YO LOS HABÍA VISTO.
                                                                         
Josefa Part Martín

Parque-Colegio Santa Ana
                                                                    Navidad 2015

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